Desde cómo peinarme, hasta como ser una mujer de dignidad son algunas de las cosas que mi madre me enseñó. Pero hay algo que aprendí de ella y que no puedo sacar de mi mente.
No fue mucho tiempo después que Santa nos visitó cuando un día mi hermano y yo nos emocionamos por montar nuestras bicicletas pero pensándolo bien, no sabíamos manejarlas. Momentos como estos era los que mi madre disfrutaba con la única intención de poder ayudarnos.
- ¡Vamos afuera para aprender! Vamos niños-
- ¡Sí, vamos!
Corríamos a recoger nuestras bicicletas y como soldados en una fila esperábamos en la pista del barrio con nuestros regalos lindos hechos de metal y ruedas brillantes. Y estaba tan emocionada como cualquier voluntario que me ofrecí a ser la primera persona para aprender. Mi madre sujetó la silla y sentándome encima de mi bicicleta ella caminó conmigo mientras empezaba a esforzarme para hacer que las ruedas giraran y nos moviéramos juntas.
Como un perro con la cabeza fuera de la ventana en un auto así me sentía, estaba tan feliz y contenta hasta q me di cuenta q la mano de mi madre no estaba en mi silla. De pronto, vi que ella estaba muy lejos de mí y yo estaba yendo en una velocidad desconocida por no estar en un auto. Aceleré la velocidad y sentí los besos del viento en mi rostro mientras disfrutaba la experiencia de poder hacer algo nuevo por primera vez en mi vida.
Recordé que era humana y en donde estaba. Ahora quería ver el progreso de mi hermano, porque él iba detrás de mí. Vi algo muy diferente a mi experiencia. Intentaba montar su bicicleta pero cada vez que mi madre soltaba el asiento, mi hermano sentía que no podía hacerlo solo. Intentaron una y otra vez sin éxito. Vi la expresión de mi hermano derrotado. Sabía que él quería regresar a su mundo de videojuegos y nunca más aprender cómo hacerlo. Seguí dando vueltas por el barrio y cada vez que miraba a mi hermano también veía el rostro de felicidad y esperanza que tenía mi madre.
Mi madre no se cansó y no dejó que mi hermano entrara a casa hasta que lograra superar su desafío y debilidad. Con el amor que ella nos tiene y por entender la importancia de no aceptar una derrota, lo animó y ayudó. Fueron muchas caídas las que mi hermano tuvo ese día pero también se levantó por la mano de alguien que le ama y así fue cómo aprendió a montar su bicicleta. No hay éxito mejor que ver alguien que uno ama alcanzando una meta. Y que satisfacción recibí al jugar y recibir los besos del viento con alguien a mi lado, alguien a quien respeto como es mi hermano.
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